Videollamadas para reducir el aislamiento social y la soledad en las personas mayores

Antecedentes

El coronavirus (COVID-19) es un nuevo virus que se ha extendido rápidamente por todo el mundo. Los países han establecido restricciones a la circulación de las personas para protegerlas de la COVID-19, pero un resultado no deseado es que las personas mayores pueden sentirse solas y aisladas, lo que puede dar lugar a una mala salud mental y física.

Una videollamada es una llamada telefónica mediante la conexión a Internet. Las videollamadas permiten que los usuarios se vean, además de oírse. Esta tecnología podría ayudar a las personas mayores a mantenerse en contacto con la familia y los amigos de forma segura, y disminuir así el sentimiento de soledad y aislamiento social.

¿Qué se quería averiguar?

Se quería saber si las personas mayores usuarias de videollamadas se sentían menos solas que las que no las hacían. También se analizó si las videollamadas afectaban a los síntomas de la depresión o a la calidad de vida.

Metodología

Se buscaron estudios que asignaron al azar a personas mayores a diferentes grupos para que utilizaran videollamadas u otro método para mantenerse en contacto o ningún método en particular (atención habitual), con el objetivo de examinar sus efectos sobre la soledad o el aislamiento social. Para esta revisión, se consideró personas mayores a las que tienen 65 años o más. Se consideró que las videollamadas son llamadas a través de Internet mediante computadoras, tabletas o teléfonos inteligentes.

La COVID-19 se propaga rápidamente, por lo que se necesitaba responder a esta pregunta lo antes posible. Por ello se acortó el proceso normal que sigue una revisión Cochrane. Dos autores de la revisión verificaron el 25% de los resultados de la búsqueda de estudios y un autor de la revisión verificó el 75% restante de los resultados. En condiciones normales dos revisores verificarían todos los resultados. Del mismo modo, sólo un autor de la revisión recopiló datos y evaluó la calidad de los estudios, y un segundo autor de la revisión verificó este trabajo.

Resultados

En esta revisión se incluyeron tres estudios con 201 participantes. Los tres estudios se realizaron en residencias de ancianos en Taiwán entre 2010 y 2020 y compararon las videollamadas con la atención habitual.

La evidencia de estos tres estudios sugiere que las videollamadas tienen poco o ningún efecto en el sentimiento de soledad a los tres, seis o 12 meses. Asimismo, hay poca o ninguna diferencia en los síntomas de depresión a los tres o seis meses, aunque después de un año, las personas mayores que hicieron videollamadas pueden haber experimentado una pequeña reducción de la depresión en comparación con los que recibieron la atención habitual. Del mismo modo, las videollamadas pueden resultar en poca o ninguna diferencia en la calidad de vida de las personas mayores.

Certeza de la evidencia

La certeza (confianza) de la evidencia fue limitada porque se encontraron pocos estudios con un número reducido de participantes, y que además utilizaron métodos poco fiables o no describieron completamente sus métodos. Además, todos los participantes estaban en residencias de ancianos, por lo que los hallazgos pueden no aplicarse a las personas mayores que viven en otros lugares, como su propio domicilio. Además, es posible que algunos de los participantes no se hayan sentido solos o aislados socialmente.

Conclusión

Basándonos en la evidencia actual, no se puede determinar si las videollamadas ayudan a reducir el sentimiento de soledad en las personas mayores. Se necesitan más estudios que utilicen métodos rigurosos para investigar esta cuestión y que se centren en las personas mayores que están solas o socialmente aisladas.

Fecha de la búsqueda

Esta revisión incluye evidencia publicada hasta el 7 de abril de 2020.

Conclusiones de los autores: 

Con base en esta revisión, actualmente existe evidencia muy incierta sobre la efectividad de las videollamadas para disminuir la soledad en adultos de edad avanzada. La revisión no incluyó ningún estudio que informara acerca de evidencia de la efectividad de las videollamadas para abordar el aislamiento social en los adultos de edad avanzada. La evidencia de la efectividad de las videollamadas para los resultados de los síntomas de la depresión fue muy incierta.

Las futuras investigaciones en este ámbito deben utilizar métodos más rigurosos y participantes más diversos y representativos. Concretamente, los estudios futuros deberían centrarse en los adultos de edad avanzada en los que se pueda demostrar que se sienten solos o aislados socialmente, o ambos, en una serie de entornos para determinar si las videollamadas son efectivas en una población en la que estos resultados necesitan mejorar.

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Antecedentes: 

La actual pandemia de COVID-19 se ha identificado como un posible desencadenante del aumento del sentimiento de soledad y el aislamiento social entre las personas mayores debido a las restricciones de movimiento que muchos países han establecido. El sentimiento de soledad y el aislamiento social se identifican sistemáticamente como factores de riesgo para la mala salud mental y física de las personas mayores. Las videollamadas pueden ayudar a estas personas a mantenerse conectadas durante la crisis actual ampliando el círculo social o aumentando la frecuencia del contacto con los conocidos.

Objetivos: 

El objetivo principal de revisión rápida es evaluar la efectividad de las videollamadas para reducir el aislamiento social y el sentimiento de soledad en los adultos mayores. La revisión también trató de abordar la efectividad de las videollamadas para reducir los síntomas de la depresión y mejorar la calidad de vida.

Métodos de búsqueda: 

Se realizaron búsquedas en CENTRAL, MEDLINE, PsycINFO y CINAHL desde el 1 de enero de 2004 hasta el 7 de abril de 2020. Asimismo,se realizaron búsquedas de referencias de revisiones sistemáticas pertinentes.

Criterios de selección: 

Fueron elegibles para inclusión los ensayos controlados aleatorizados (ECA) y cuasi ECA (incluidos los diseños grupales). Se excluyeron todos los otros diseños de estudio. Las muestras de los estudios incluidos debían tener una edad media de al menos 65 años. Se incluyeron estudios con participantes independientemente de si experimentaban o no síntomas de soledad o aislamiento social al inicio del estudio. Se podía incluir cualquier intervención en la que uno de los componentes básicos fuera el uso de Internet para facilitar las videoconferencias o las videollamadas a través de computadoras, teléfonos inteligentes o tabletas con la intención de reducir la soledad o el aislamiento social, o ambas cosas, en los adultos de edad avanzada. Se incluyeron estudios en la revisión si informaban de medidas autoinformadas de soledad, aislamiento social, síntomas de depresión o calidad de vida.

Dos autores de la revisión examinaron el 25% de los resúmenes; un tercer autor de la revisión resolvió los conflictos. Un solo autor de la revisión analizó los resúmenes restantes. El segundo autor de la revisión examinó todos los resúmenes excluidos y se resolvieron los conflictos por consenso o involucrando a un tercer autor de la revisión. Se siguió el mismo proceso para los artículos de texto completo.

Obtención y análisis de los datos: 

Un autor de la revisión extrajo los datos, que verificó otro autor de la revisión. Los resultados primarios fueron la soledad y el aislamiento social, y los resultados secundarios fueron los síntomas de depresión y la calidad de vida. Un autor de la revisión calificó la certeza de la evidencia para los resultados primarios según el método GRADE y otro autor de la revisión comprobó las calificaciones. Se realizó un metanálisis de efectos fijos para el resultado primario, la soledad, y el resultado secundario, los síntomas de depresión.

Resultados principales: 

Se identificaron tres ensayos cuasialeatorizados de grupo que incluyeron 201 participantes. Los estudios incluidos compararon las intervenciones de videollamadas con la atención habitual en residencia de ancianos. Ninguno de estos estudios se llevó a cabo durante la pandemia de COVID-19.

Cada estudio midió la soledad mediante la Escala de Soledad de la UCLA (UCLA Loneliness Scale). Las puntuaciones totales van de 20 (menos solitario) a 80 (más solitario). La evidencia fue muy incierta e indica que las videollamadas pueden dar lugar a poca o ninguna diferencia en las puntuaciones de la Escala de Soledad de la UCLA en comparación con la atención habitual a los tres meses (diferencia de medias (DM) -0,44; intervalo de confianza (IC) del 95%: -3,28 a 2,41; 3 estudios; 201 participantes), a los seis meses (DM -0,34; IC del 95%: -3,41 a 2,72; 2 estudios; 152 participantes) y a los 12 meses (DM -2,40; IC del 95%: -7,20 a 2,40; 1 estudio; 90 participantes). Se disminuyó la certeza de esta evidencia en tres niveles debido a las limitaciones del estudio, la imprecisión y la evidencia indirecta.

Ninguno de los estudios incluidos informó el aislamiento social como resultado.

Cada estudio midió los síntomas de la depresión mediante la Escala de Depresión Geriátrica. Las puntuaciones totales van de 0 (mejor) a 30 (peor). La evidencia fue muy incierta e indica que las videollamadas pueden dar lugar a poca o ninguna diferencia en las puntuaciones de la Escala de Depresión Geriátrica en comparación con la atención habitual a los tres meses de seguimiento (DM -0,41; IC del 95%: -0,90 a 1,72; 3 estudios; 201 participantes), o a los seis meses de seguimiento (DM -0,83; IC del 95%: -2,43 a 0,76; 2 estudios; 152 participantes). La evidencia sugiere que las videollamadas pueden tener un pequeño efecto sobre los síntomas de la depresión al año de seguimiento, aunque este hallazgo es impreciso (DM -2,04, IC del 95%: -3,98 a -0,10; 1 estudio; 90 participantes). Se disminuyó la certeza de esta evidencia en tres niveles debido a las limitaciones del estudio, la imprecisión y la evidencia indirecta.

Solamente un estudio con 62 participantes informó acerca de la calidad de vida. El estudio midió la calidad de vida utilizando una adaptación taiwanesa de la encuesta de salud corta de 36 preguntas (SF-36), que consta de ocho subescalas que miden diferentes aspectos de la calidad de vida: función física; rol físico; rol emocional; función social; dolor corporal; vitalidad; salud mental y salud física. Cada subescala tiene una puntuación de 0 (mala salud) a 100 (buena salud). La evidencia es muy incierta e indica que puede haber poca o ninguna diferencia entre las personas asignadas a la atención habitual y las asignadas a las videollamadas en las puntuaciones a los tres meses en la función física (DM 2,88; IC del 95%: -5,01 a 10,77), el desempeño físico (DM -7,66; IC del 95%: -24,08 a 8,76), la función emocional (DM -7.18; IC del 95%: -16,23 a 1,87), la función social (DM 2,77, IC del 95%: -8,87 a 14,41), las puntuaciones de dolor (DM -3,25; IC del 95%: -15,11 a 8,61), las puntuaciones de vitalidad (DM -3,60; IC del 95%: -9,01 a 1,81), salud mental (DM 9,19; IC del 95%: 0,36 a 18,02) y salud física (DM 5,16; IC del 95%: -2,48 a 12,80). Se disminuyó la certeza de esta evidencia en tres niveles debido a las limitaciones del estudio, la imprecisión y la evidencia indirecta.

Notas de traducción: 

La traducción de las revisiones Cochrane ha sido realizada bajo la responsabilidad del Centro Cochrane Iberoamericano, gracias a la suscripción efectuada por el Ministerio de Sanidad del Gobierno de España. Si detecta algún problema con la traducción, por favor, contacte con comunica@cochrane.es.

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