Desde el año 2002, Cochrane ha mantenido una serie de revisiones sobre intervenciones para prevenir la obesidad infantil y juvenil. La sexta actualización, publicada en abril de 2024, se centra por separado en niños de 5 a 11 años y de 12 a 18 años.
Este podcast ha sido traducido por Andrea Cervera del Centro Cochrane Iberoamericano y locutado por Hilda Rosario Bissozo Hernandez voluntaria de Cochrane.
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Desde el año 2002, Cochrane ha mantenido una serie de revisiones sobre intervenciones para prevenir la obesidad infantil y juvenil. La sexta actualización, publicada en abril de 2024, se centra por separado en niños de 5 a 11 años y de 12 a 18 años.
Este podcast ha sido traducido por Andrea Cervera del Centro Cochrane Iberoamericano y locutado por Hilda Rosario Bissozo Hernandez voluntaria de Cochrane.
Cada vez hay más niños y adolescentes con sobrepeso y obesidad en todo el mundo. Esto puede causar importantes problemas de salud como la diabetes. El bienestar y las redes sociales de la persona también pueden verse afectadas negativamente. Además, la pubertad y el paso a la edad adulta son momentos difíciles para algunas personas. Muchas personas sufren problemas de salud mental independientemente de la forma o el tamaño de su cuerpo, pero los niños y adolescentes con sobrepeso u obesidad tienen más probabilidades de sufrirlos.
También tienen más probabilidades de convertirse en adultos con sobrepeso u obesidad. Esto significa que podrían continuar padeciendo una mala salud física y mental, pues la obesidad es un factor de riesgo de muchas enfermedades en los adultos, como diabetes, enfermedad cardiovascular, varios tipos de cáncer y trastornos mentales incluyendo la depresión.
Las revisiones nos permiten investigar si existen intervenciones que ayuden a niños y jóvenes a prevenir la obesidad mediante la modificación de la alimentación o la actividad, entendida como actividad física, ejercicio y conducta sedentaria.
Se buscaron estudios y se analizaron sus resultados de índice de masa corporal, o IMC, que mide la adiposidad, o grasa, según el peso y la estatura. A medida que crecen, los niños ganan altura y peso, pero el aumento excesivo de peso comporta un mayor IMC que el que se considera un valor saludable.
Se buscaron estudios que asignaran al azar a niños o adolescentes a una intervención o un grupo de control y se agruparon los estudios similares para su análisis. También se evaluó el rigor de los estudios para tener una idea del grado de confianza de sus resultados.
Se encontraron 172 estudios con casi 190 000 niños y 74 estudios con más de 80 000 jóvenes. La mayoría de estos se llevaron a cabo en países de ingresos altos y en centros escolares. Unas pocas intervenciones se evaluaron en el domicilio y otros lugares, como la comunidad, por ejemplo, en grupos juveniles o en el ámbito sanitario, como la atención primaria.
En cuanto a los resultados, los niños que recibieron una intervención para modificar solo sus niveles de actividad, o junto con una modificación de su alimentación, mostraron una ligera reducción del aumento del IMC comparados con quienes no recibieron ninguna intervención. Por el contrario, quienes solo recibieron una intervención para modificar su alimentación, no redujeron el aumento del IMC comparados con los del grupo control.
En los adolescentes que recibieron una intervención para modificar su alimentación junto con sus niveles de actividad, el IMC no aumentó que el del grupo control. Sin embargo, quienes recibieron una intervención que se centró solo en mejorar los niveles de actividad mostraron una ligera reducción del aumento del IMC en comparación con aquellos adolescentes que no recibieron ninguna intervención. Los resultados fueron parecidos en los adolescentes que reciben una intervención que se centró solo en mejorar la alimentación, pero los resultados en este grupo son muy inciertos. Los beneficios se observaron por lo general en las intervenciones que duraron, de media, al menos un año. Cabe destacar que no se encontró evidencia sólida de que las intervenciones causaran efectos perjudiciales graves, como lesiones o trastornos alimentarios.
No obstante, en general, la confianza en la evidencia es baja. Los resultados fueron muy incongruentes entre los distintos estudios. Muchos estudios tuvieron limitaciones sobre cómo se llevaron a cabo, como la aleatorización de los participantes o la metodología de los análisis y los resultados de algunos estudios no se comunicaron de manera que pudiesen incluirse en los análisis de la revisión. Además, algunos contextos, como el domicilio o la comunidad, estuvieron infrarrepresentados.
De cara al futuro, se necesitan más estudios en contextos no escolares incluida la comunidad más amplia y en países de ingresos bajos y medios, así como intervenciones más elevadas, como iniciativas políticas que aborden el márquetin de alimentos o bebidas no saludables. Los investigadores deberían también hacer más por incluir a niños y jóvenes con discapacidad mental y física.
En resumen, esta investigación y nuestra revisión continúan siendo importantes porque, a nivel poblacional, cualquier beneficio, por pequeño que sea, de una intervención que evita el excesivo aumento de peso, resulta significativo, y los hábitos alimentarios y de actividad de los niños los acompañan toda la vida. También existe la posibilidad de un efecto acumulativo de cambios pequeños pero sostenidos hacia una alimentación más saludable y un estilo de vida más activo físicamente. Además, la actividad física y una buena alimentación aportan beneficios para la salud y el bienestar más allá de promover un peso corporal saludable, como un mejor rendimiento académico.
Si desea leer más sobre este tema y la evidencia de los efectos de las intervenciones que se han analizado en niños y adolescentes de 5 a 18 años, ambas revisiones están disponibles en la Biblioteca Cochrane, buscando "prevenir la obesidad en niños y adolescentes".